sábado, 26 de diciembre de 2009

LAS DOS CIUDADES

Son dos ciudades superpuestas, una sobre la otra. Estamos y sabemos que están; están y saben que estamos. Nosotros no queremos verlas y ellas prefieren no vernos. La convivencia es casi perfecta, el respeto es mutuo, tácito, salvo que se despisten ocasionalmente los pasos de unas y de otros. Nosotros dormimos de noche y ellas duermen de día. Nosotros, las ratas.

3 comentarios:

Miguel Ángel Orfeo dijo...

Me recuerdo, querido Pedro, ahora que hablas de hombres y de ratas, sentado en la espléndida plaza de San Marcos, en Venecia, y al cabo levantarme tras advertir que, de las rejillas que abundaban en el vasto empedrado, comenzaba, lentamente, a manar agua verde. La catedral, mansa e inmensa, principió a reflejarse en el charco creciente. Grupúsculos furtivos de hindúes vendían rosas rojas, susurraban su venta a las parejas enamoradas mientras no aparecieran los gendarmes a requisar fragantes mercancías, y el vals de las terrazas opulentas ponía banda sonora a esta serenísima rutina. Bajo el tibio reflejo de la luna de agosto, las parejas bailaban, con rosas o sin rosas en regazos u ojales, como conmemorándose a sí mismas. Así, hasta que las ratas, cercadas por el agua que ascendía del acuático vientre de la urbe, comenzaron a menudear y hubo histéricos gritos y aparecieron los gendarmes y los hindúes corrieron y las rosas volaron y el vals se ahogó al instante en sus violines. Nosotros, las ratas.

Pedro López Martínez dijo...

Gracias, Miguel Ángel, por ese relato-descripción que me ha encantado.
Aprovecho para desearte un buen final de año y un próspero merimée. (He querido decir lo que he querido decir, tú ya me entiendes).
Salud!

Miguel Ángel Orfeo dijo...

Feliz futuro, amigo!