miércoles, 23 de marzo de 2011

RELACIONES INTERMITENTES (10)

Inverosímilmente, el personaje ha burlado los márgenes de una página de Chéjov en la que había una habitación de hotel y un inquietante clavo oxidado en el techo, y ha paseado más de tres mil kilómetros y casi cuarenta años para sentarse a la mesa en un bar en el que verosímilmente disertaba el fantasma de Miguel Espinosa. Oídas sus cuitas, mientras el maestro ruso duerme la siesta antes de afrontar el desenlace de la historia, el autor murciano sentencia a su manera, con esa voz estentórea de griego resucitado:
-Mira, amigo Dimitri, no te aflijas, admite la verdad del suceso, por lo demás tan común a la generalidad de los mortales. Las cosas como son, no como quisieron ser. Tú te sabes frustrado porque te reconoces incapaz de poner remedio a tu destino, porque no acabas de coger las riendas. Llamo frustración a la certidumbre de que, quedándote por contar menos años de los que ya has contado, adviertes que el hombre que hoy eres no se parece en poco ni nada al hombre que soñaste ser. De ahí esa tortura, ese tormento que tu genuino autor ha calculado para ti y que te aguarda al doblar la página, esta misma noche o quizás mañana por la mañana, porque en efecto no hay ningún modo de remediar tu destino, esa alta palabra que nos vincula a los dioses.
Dimitri, cariacontecido -vocablo acorde con el gusto decimonónico de su traductor a nuestro idioma-, regresa al relato que le dio la vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No nos espera ningún camino que vaya a darnos tranquilidad. Si lo queremos, tendremos que construirlo con nuestras manos.

O Estado de S. Paulo, São Paulo, 20 de marzo de 2004
José Saramago nas Suas Palavras

(Publicado hoy en el blog de Saramgo)

El destino, Pedro, responde a la ley de causa-efecto.