miércoles, 21 de diciembre de 2011

AMIGOS

Nada más triste que afirmar de alguien que fue nuestro amigo, siquiera durante una etapa de la vida, porque ese pretérito aparentemente inocuo traiciona sin embargo los cimientos invencibles de la amistad y, de algún modo, nos exige explicaciones de veracidad con carácter retroactivo. ¿Estás seguro de que lo fue?, ¿se desautoriza por sí solo? Por eso, a veces, añadimos matices tales como amigo "verdadero" o amigo "de circunstancias" o simplemente "conocido antes que amigo".
Yo nunca supe con exactitud -ni lo sabré jamás, me temo- en qué dominio del lenguaje se dirime el significado de esta ni de otras palabras emocionales que no suelo usar a la ligera, quizás porque soy muy pudoroso con las etiquetas verbales, y cuando las coloco lo hago con la absoluta vocación de comprometerme por entero, de no defraudar ni defraudarme, aunque luego el discurso de la vida nos zarandee a su antojo y nos obligue al examen de conciencia.
Ahora la moda de las redes sociales contabiliza a los amigos por millares, parece que todo vale para engordar la generosa ubre del concepto, como si cualquier tipo de relación humana tuviera acceso a la intimidad cómplice que uno presupone a la amistad. Yo, más restrictivo y más prudente -¿más sensato?-, observo mi mano abierta y me reconforta advertir que sus dedos cuentan apenas la solidez de dos, de tres personas amigas, y me repito que podré sentirme honrado de que al menos esas tres o esas dos quieran decirlo de mí, y asumo la bonita expectativa de que aún me queden dedos para añadir un par de amigos más; pero amigos de verdad.

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