jueves, 22 de diciembre de 2011

LA ESPAÑA AZAROSA

No es verdad que la mejor lotería sea el trabajo y la economía, como insinuaba aquel refrán que se aplicaban mis abuelos y que heredaron mis padres, siempre a cuestas con su bandera de austeridad. Basta con atender a las reales imputaciones de corrupción que se ciernen sobre el real yerno de SS. MM., o a las comisiones inverosímiles que se adjudican los magnates de las finanzas y se pactan sin escrúpulo en los despachos consistoriales, o al volumen de fraude que calculan los inspectores de la hacienda pública; basta con esa puntita del iceberg de las indignaciones para convencernos de que no, que no es verdad. Si ayer se hacían quinielas sobre la estructura de un gobierno que viene a salvarnos de la crisis más crítica que recordarse pueda, hoy se conoce que los españoles -con sueldo o sin él, con prestación o sin ella- han invertido la vertiginosa cantidad de dos mil seiscientos ochenta millones de euros en tentar a la suerte, lo que se traduce, dicen los que saben, en una media de cincuenta y seis euros por habitante. La mejor lotería -hoy lo certificarán algunos- es la que de pronto nos toca con el azar de su dedo, aunque en algún recodo del camino que conduce a la felicidad más exultante y a la botella de cava y al mercedes pretencioso se nos extravíe la gracia antigua de la rima.

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