martes, 20 de diciembre de 2011

SÁBATO (O SABATO)

A finales de abril falleció el casi centenario Ernesto Sábato (o Sabato), apenas un par de días después de que alguien me preguntase si todavía estaba en este mundo y yo le dijese que creía que sí. Me resistí entonces a que la fuerza de la actualidad edificase una esquela que, inevitablemente, iba a ser tan coyuntural como todas las esquelas mortuorias que la actualidad exige. Sentí que los hombres y mujeres perdíamos una conciencia íntegra irremplazable, acaso el último de los "humanistas" que en pleno siglo XXI aún hacía honor a la pureza del concepto.
Al hombre Ernesto Sábato (o Sabato) lo vi en el paraninfo de la universidad de Murcia el día que le concedieron el honoris causa, allá por el mes de mayo de 1989. Después, claro, frecuenté El túnel, esa joya de novela que habré leído media docena de veces, y subrayé por todas partes El escritor y sus fantasmas, compendio reflexivo que explora el compromiso de quien escribe y el valor de verdad suprema que se ha de conceder a la imaginación literaria, al oficio de fabular. Pero hoy solo deseo rescatar para mis retales unas cuantas frases que no usurpo de sus libros, sino que las cacé al vuelo vivo de su palabra, mientras en la sala abarrotada de jóvenes se afianzaba la emoción cómplice y tronaba el fervor de los aplausos. Dijo Sábato (o Sabato):
"Las grandes novelas están hechas por instinto".
"La obra más subjetiva, si es auténtica, alcanza universalidad".
"Todo espíritu religioso, generalmente, es anticlerical; empezando por Cristo".
"La Iglesia no teme al ateo violento, sino a los indiferentes".
"Uno no escribe para pasar a la historia".
"El verdadero arte es siempre una reacción".

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