miércoles, 7 de marzo de 2012

PROEZA

Proeza es una de esas palabras que se paladean sin que uno sepa bien por qué, como asterisco y lapislázuli, como disuasorio y zalamero. Alguna vez encontraré tiempo para confeccionar mi pequeño diccionario íntimo, en el que deslizaré los pormenores más inconfesables de mi relación con las palabras y el significado subjetivo que me merece cada una. Hacía semanas o meses que no reparaba en esta, proeza, pero la tarde del lunes se me brindó fugazmente, mientras iba corriendo por mi circuito callejero, y anoche me acompañó en cada zancada, así que volví a sentir en mis piernas el roce de sus fonemas y en mi pecho el alcance de su voluntad. Después de un invierno abundante de sofá que me ha parecido más enconado que otros -diga lo que diga la estadística de los meteorólogos-, de nuevo recupero el ritmo antiguo del cuerpo y me sorprendo completando dos series consecutivas de cuarenta y cinco minutos, esto es, un minuto por cada vela simbólica soplada en la tarta de enero. En fin, una proeza íntima -el adjetivo íntimo es condición de las mayores proezas- que no he podido obviar en esta página.
(Lo sé, soy muy susceptible: se me ocurre ahora, entre paréntesis y al margen, qué distancia habrá entre la mera presunción y el catálogo de las proezas íntimas).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Susurrar "disuasorio" en un ambiente "íntimo" es una "proeza" digna del más grande "asterisco". Y también pronunciarlo todo sin palabras, en el regodeo de diecinueve tragos de un buen Chivas Reagal con música de fondo. Placeres de la vida...