lunes, 23 de abril de 2012

APUNTE OLVIDADO PARA UN RELATO NUNCA ESCRITO


Primeras horas de la mañana. El joven acaba de dejar a su hija a la entrada del colegio y se dispone a cruzar por el paso de peatones que hay justo frente a la puerta. El sol destella en ráfagas infernales. Al otro lado de las rayas de cebra, un hombre de aspecto desvalido que duda desde detrás de sus gafas oscuras. Con el bastón en alto, señalando desde lejos, el ciego pregunta si está abierto. La respuesta del joven es que sí, que está abierto, y sus sombras se encuentran y se separan en un punto en medio del asfalto. Entonces, antes de alcanzar la acera, el joven escucha un frenazo a su espalda, seguido de un golpe seco y de un silencio atroz. Vuelve el rostro y ve al hombre de las gafas oscuras tirado en el suelo, encogido como un perro al que le acaban de dar una patada. Entre tanto, el conductor ya ha bajado de su coche señalando al verde exculpatorio del semáforo, y un grupo de curiosos observa la escena sin atreverse a participar. Cuando el joven vuelve sobre sus pasos y se acerca con ánimo de socorrer, no comprende las palabras de odio, los insultos inequívocamente dirigidos a él por ese hombre cuyo bastón apalea el aire mientras lo acusa y lo amenaza. Ahora los curiosos se confabulan para mirarlo con todo su desprecio, a la espera de un guardia que venga a aclarar lo sucedido.

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