viernes, 15 de noviembre de 2013

UNA SOLA VIRTUD

Ayer vi una película soporífera (el adjetivo es mío, así que, para evitar los prejuicios inherentes a la generalización, no incurriré en la facilidad tendenciosa de revelar el nombre del director o su país de producción). Aguanté hasta el final, por respeto y porque soy así de testarudo, aunque desde la primera escena supe que me iba a suponer un pequeño sacrificio. Varias veces me acordé de la sentencia de Julio Ramón Ribeyro a propósito de las personas, de los amigos, a los que, según él, no hay que exigirles más de una virtud, porque una sola virtud basta para justificar esa amistad y para excusar de paso todos sus defectos. Pues bien, de la película de anoche me quedo con esta idea: clasificar todas las noticias de un periódico según sean buenas o malas, estableciendo una especie de ranking, y ello con la preciosa posibilidad pedagógica de que los alumnos, en el seno de la clase, tal vez por grupos, jueguen a reconvertir las malas en buenas, modificándolas en una nueva redacción.

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