martes, 30 de septiembre de 2014

DARÍO [21-09-2014]


En la cima del tiempo,
con los ojos enormes como esponjas de luz,
su nombre se abre paso entre los brazos,
otea en los azules de un lento porvenir,
se sacia de los días primitivos
que poco a poco esculpirán su ser.

Plenitud ilusoria de todos los comienzos:
después lo acuciarán los miedos,
la dolorosa paz de las caricias,
los errores, las treguas, los recuerdos,
las palabras confusas, los adioses,
esa inercia sutil de cuanto vive.

Con los ojos enormes, en la cima...

martes, 16 de septiembre de 2014

EL FILÓSOFO

El bachillerato que estudié constaba de tres cursos, y justo en el último me enteré de que podía optar entre Religión (dos horas semanales con visita en el aula del cura del pueblo) y Ética (dos horas que nunca se sabía quién iba a impartir, ni dónde). Para variar, atendiendo a incipientes convicciones anticlericales y a un instinto romántico de rebeldía, mis dieciséis años trazaron la equis en el cuadrito de los que acabarían con sus huesos en el infierno.
Al principiar octubre, con el comienzo de las clases, arribó un joven profesor de Filosofía que casi de inmediato se ganó el más socorrido de los apelativos posibles. Lo recuerdo muy blanco de piel, con lagunas imberbes en la cara, físicamente frágil. Era despistado, ocurrente y distante, y no ocultaba su pizca de soberbia o de prepotencia doctoral. Cultivaba ciertas excentricidades que, fuera y dentro del espacio docente, a los muchachos de aquel tiempo se nos antojaban inseparables del ejercicio filosófico. Usaba el novedoso look de un cordón para sujetarse las gafas por el cuello, y calzaba zapatillas rojas. No sé si venía de Madrid, pero algo en él expresaba ascendencias gallegas. Se llamaba Ricardo, y aquel curso yo fui su único alumno de Ética de tercero de BUP.
Dos veces a la semana nos citábamos en un cuchitril bautizado como departamento de Filosofía. Me procuró tres libros, uno por evaluación, para que los leyera allí mismo y luego le entregara un trabajo. De La metamorfosis de Kafka, el primero de ellos, dijo que nadie debería abandonar un instituto sin conocer esa historia. El extranjero de Camus, que se ha convertido en una referencia constante a lo largo de mi vida, me obligó a leerlo en francés porque no tenía otra edición a mano. Y también trabajé El marxismo como moral, un pequeño ensayo de López Aranguren.
En aquellos encuentros apenas hablábamos: yo tomaba notas de mis páginas y él se dedicaba a sus cosas. Sin embargo, en algún lugar quedará escrito que tenía que ser él, que de hecho fue él quien me mostró el camino hacia Kafka y hacia Camus; que fue él quien me reveló por vez primera y con cierto apasionamiento la pareja conceptual apolíneo/dionisíaco; que fue él quien puso la magia de las palabras a la anécdota de Nietzsche abrazando un caballo en medio de la calle. Tal vez para él fueran trivialidades escolares, actos irrelevantes en un minuto extraviado; pero ahora forman parte indisociable de mis querencias, de mi ser emocional e intelectual, de mi vida.
Los profesores no tenemos idea de las luces que vamos encendiendo.
Han pasado tres décadas, temía haber olvidado estos detalles.
De aquel Filósofo no he vuelto a saber nada.

sábado, 13 de septiembre de 2014

ESCRIBIR LA AUTOBIOGRAFÍA

Es condición de los diarios que se escriban en caliente, con el estímulo todavía a flor de piel, abonados a esa deliciosa inmediatez de lo que se sabe y se quiere fragmentario. Y así van coloreando poco a poco el cuadro de la memoria.
La autobiografía, en cambio, se abastece de distancias, de perspectiva, de estructura, lo que garantiza la unidad de las partes en relación al todo. Para escribir la autobiografía hay que tener ya una percepción mítica de la propia vida, que será entendida como un Destino en el que cada pieza fue cumpliendo su función orgánica. También hace falta esa inquietud anacrónica, esa motivación casi póstuma que empuja a reconstruir los recuerdos a través del lenguaje, ese resorte de la voluntad  que al mismo tiempo se muestra autoindulgente con el propio pasado.
La paradoja está servida: es muy raro que tales condiciones permanezcan a cierta edad, justo a la edad en que el grueso de la vida quedó atrás y ya parece legítimo pensar en escribir la autobiografía.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

LUNA DE HOY

Puntual como el destino,
invariable, tozuda:
esta luna de hoy
ha esperado milenios
la mirada de un hombre
que ha nacido anteayer
y morirá mañana.

viernes, 5 de septiembre de 2014

LECCIÓN CON VICEVERSA

Me dice mi hijo -la altura de sus trece años- que un día del pasado agosto, en la playa, él y otros amigos perpetraron sobre sus cabezas la hazaña del cubo de agua fría, un reto en el que se han implicado rostros famosos para contribuir a la causa noble que han popularizado las imágenes de los noticiosos (que diría Mafalda) y la red de redes (que dirían los redichos). Añade que incluso grabaron con sus móviles el instante de chaparrón respectivo, aferrados a la idea de colgarlo luego en el saco sin fondo de las modernas tecnologías y aportar cada uno, en su modestia adolescente, diez euros de solidaridad.
La esclerosis lateral amiotrófica, o ELA, es una enfermedad hasta ahora poco conocida, neurodegenerativa, que provoca parálisis muscular progresiva e irreversible, y que necesita de grandes sumas de dinero para que los científicos la sigan investigando y encuentren las soluciones que su tratamiento demanda. La idea de vaciarse encima el cubo de agua y el reto inmediato a tres personas más es, qué duda cabe, ingenioso desde el punto de vista recaudatorio, pues multiplica la suma y la publicita sin fin. Y así se lo trasladé a mi hijo. Después lo felicité por su iniciativa e indagué con verdadero interés si lo había colgado ya, pues no quiero perderme la impronta de su cuerpo recibiendo varios litros de agua por segundo. De su respuesta, al principio elusiva, me sorprendió el caudal de madurez crítica que denotaba al enunciarla: no, no lo ha puesto en Internet ni lo va a poner, primero porque él no es tan famoso como para arrastrar a otros, y segundo porque el desafío ya se ha convertido en una especie de diversión, en una moda hipócrita, pues muchos de los famosos y no famosos que se prestan a ello ni siquiera saben por qué lo hacen ni en qué consiste la enfermedad y probablemente ni ingresan el dinero.
Me dejó de piedra.