sábado, 11 de octubre de 2014

LIBRETA DE CITAS

No, no se trata de un secretísimo censo de animación promiscua, al modo del que antaño esgrimían los mujeriegos compulsivos y aquellos aprendices de seductor que mi adolescencia idolatraba. De lo que hablo es de un relicario intelectual (por así decirlo) que dormita no en una, sino en dos libretas en las que fui anotando aplicadamente, mes a mes, entre 1987 y 1991, con la caligrafía esforzada que imprimimos a los empeños de juventud, todas mis lecturas de entonces y el caudal respectivo de frases y fragmentos que me parecían memorables, dignos de ser citados. En la primera, de pasta verde, volqué hasta ochenta títulos; en la segunda, de pasta amarilla, que quedó interrumpida, sesenta y seis. Eran los dorados tiempos de la universidad, cuando las horas ociosas se saciaban de libros ajenos y de versos propios, de ensoñaciones soberanas y de futuros perfectos. Me atraía el decir sentencioso, la agudeza de un símil o de una paradoja, la palabra exacta puesta al servicio de la inteligencia. Releo aquellas citas, hoy descontextualizadas, y en muchas no alcanzo su razón o su atractivo, o bien mi edad las reinterpreta con cierto sonrojo, como si quien las subrayaba al hilo de la lectura y luego las transcribía a modo de inventario fuese alguien que no sabría reconocerse en quien he venido a ser. Abro al azar y me ilumina la certeza próxima de Borges, uno de sus cuentos, anotado en agosto del 88: "Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es".

1 comentario:

Anónimo dijo...

... con la caligrafía esforzada que imprimimos a los empeños de juventud.

Solo esta frase pone el vello de punta.

Juan Ballester