viernes, 22 de mayo de 2015

En los espejos me tolero; en las fotos, muy pocas veces; en los vídeos me avergüenzo de verme; en las grabaciones de voz siento que ni siquiera soy yo. Sin embargo, cuando me proyecto públicamente, en una reunión o en un estrado o incluso en el trato de tú a tú, me percibo y me oigo casi con cordialidad, ebrio de un humorismo cínico pero asequible, casi cómplice de mi repertorio de gestos y palabras. Creo que si yo no fuera yo tendría de mí la imagen de un pedante o de un engreído con ínfulas de intelectual. Creo que no me soportaría.

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