jueves, 4 de junio de 2015

A principios de año me dejé tentar por un clásico largamente aplazado: Cándido, de Voltaire. Había ignorado hasta entonces que su título completo es Cándido o el optimismo, de donde se infiere que el hombre y la mujer optimistas llevan en su esencia etimológica cierta dosis de candidez, si no toda. En mi ejemplar señalé algunos fragmentos:
"[...] los que han dicho que todo va bien han dicho una necedad: hubieran debido decir que todo va del mejor modo posible";
"[...] ¿cómo [en Eldorado] no tenéis frailes y clérigos que enseñen, que discutan, que gobiernen, que intriguen y que hagan quemar a la gente que no comparte su opinión?";
"Pangloss tomó la palabra y dijo: Maestro, venimos a rogaros que nos digáis por qué existe un animal tan extraño como el hombre. ¿Y tú -preguntó el derviche- por qué te mezclas en eso, acaso es asunto tuyo?";
"¿Qué es el optimismo?, preguntó Cacambo. ¡Ay! -dijo Cándido-, es la manía de sostener que todo va bien cuando todo va mal".
Releído esto, hago memoria: solo conozco a una Cándida y a un Cándido, pero sé de unos cuantos cándidos y cándidas que se asoman a los medios y ocupan puestos de relevancia.

No hay comentarios: