lunes, 22 de junio de 2015

Pero no, o probablemente no, o con toda seguridad no. Un alma caritativa me informa de que en Mountain View tiene su sede el buscador de Google, o uno de sus buscadores de blogs, qué sé yo; y, con una serie de ramificaciones argumentales que a mí me aturden ya en su primer estadio, me informa de que es muy posible que mi lector idílico no exista, que en efecto no tenga sexo ni color ni edad ni nada, que se traduzca simplemente en el rebote automático de una búsqueda robotizada en la entraña inaprehensible de la moderna tecnología.
Sin embargo, hay un resquicio, un aliento casi poético que no aniquila del todo mi reflexión de esta mañana.

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