lunes, 8 de junio de 2015

Todo alimenta, todo puede encender siquiera por un segundo la llama del espíritu, de los sentidos, de la memoria. Solo hay que buscar bien en la despensa y empezar a sacar hasta lo que parecía caducado. Todo es útil cuando encuentra su hora.
En una misma página de la agenda de 2014, que acabo de hojear sin propósito, me sorprenden un par de anotaciones entre comillas, bien documentadas. Su destino parecía olvidado, cerrado para siempre, pero una inquietud inopinada las ha rescatado y aquí están. La primera, de la versión del Decamerón de Pasolini: "¿Por qué realizar una obra cuando es mucho más cómodo soñarla simplemente?"; la segunda, una simpática recurrencia de la película El exótico Hotel Marigold: "Al final todo saldrá bien, y si no sale bien es que aún no era el final".

No hay comentarios: