martes, 7 de julio de 2015

Libertad es disponer de un automóvil particular para que te lleve y te traiga por donde tú quieras, cuando tú quieras. Puedes elegir entre costear su encierro diario o dejarlo a la intemperie, expuesto a mil padecimientos. Debes llenarle el depósito cada semana, ordenar que le revisen los distintos niveles cada tres o cuatro meses, cumplir el trámite anual de chequearlo en la ITV mientras rezas para que no le descubran ningún desperfecto, domiciliar el pago automático del impuesto de circulación y renegociar el seguro de accidentes, limpiarlo de tarde en tarde por fuera y por dentro. Además de aceptar con estoicismo una raya malintencionada, un roce propio o ajeno, la cólera de un golpe inoportuno, la desgracia de un pinchazo en mitad de la autovía, una carta certificada que viene de la Dirección General de Tráfico.
Eso que te libera es también, en igual o superior medida, lo mismo que te esclaviza.

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