miércoles, 20 de enero de 2016

Dentro de pocas horas podré decir cuarenta y nueve, una cifra que durante mucho tiempo me pareció desmesurada, vecina de la redondez del medio siglo, y que cuando pasen pocos años tal vez recordaré como una edad idílica en la que casi todo y casi todos aún estaban aquí, próximos, en ese hueco intransferible que más pronto que tarde colonizará la nostalgia. Hoy, el cuarenta y nueve se despliega ante mí como una superstición fronteriza, como si mi vida entera se asomase a un precipicio de instantes que solo el puzle del destino se encargará de acomodar.

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