jueves, 17 de marzo de 2016

Estaba depositando dos bolsas de basura en el contenedor municipal, anoche, cuando un resorte de la memoria me sacudió por dentro, con esa exactitud exasperante de los signos impresos: "Entre renovarse y morir, ¿por qué no morir?", pensé o murmuré.
Veinticinco años después, la misma autocita de ecos insolentes, el mismo regodeo de filiación ciorana; salvo que hoy, en esta hora de mi vida, ya no suena a mera irreverencia bendecida bajo el palio de la fe literaria: hoy se sustancia lo que en aquel entonces no era más que burdo anacronismo o ejercicio lúdico.

1 comentario:

Juan Ballester dijo...

Y es que no cabe otra, solo es posible renovarse, es lo único que te pertenece. Morir no es tuyo, no te pertenece, es como el nacer, como el vivir, que son siempre ajenos a nuestra voluntad (a la sana, claro). Así que renueva. O si estás en la basura, recicla.

Un abrazo