lunes, 25 de julio de 2016

ELLOS Y YO

¿Cuándo empieza el declive, el deterioro definitivo, la decadencia irreversible? ¿Qué señal registra el inicio inequívoco de la decrepitud de un ser humano? Me lo vengo preguntando desde hace días, mientras se insinúa la presencia física de esos paisanos míos a los que veo de año en año o a los que hace lustros que no veo, pero a los que mi recuerdo restituye con asombrosa fidelidad anacrónica, tal como eran en aquel entonces, anclados en el esplendor lejano de sus vidas. ¿Y cómo percibirán ellos, hoy, al joven desarraigado que fui, al que regresa al pueblo de tarde en tarde y tanto le cuesta saludar a un vecino, al que pone cara de no saber ya ubicarse en este espacio donde se edificaron sus sueños de niño y sus pudores de adolescente, en este universo detenido y lacustre donde parece que todo es siempre lo mismo?