lunes, 17 de octubre de 2016

DIOS DEBERÍA DIMITIR

Lo pensaba hace unos días, cuando se desató el rigor de la naturaleza más implacable en el que dicen que es el país más pobre del mundo, Haití, triste ranking que por desgracia se disputa con unos cuantos más en su propio continente y en algún otro.
Y lo pensé también anoche, confortablemente echado en el sofá del salón de casa, mientras mi hijo pequeño dormía su primer sueño y a mi mujer le resbalaban las lágrimas y ambos mirábamos la pantalla de nuestro televisor de muchas pulgadas y las imágenes de la inmigración en su versión más descarnada, decenas y cientos y miles de personas asustadas y anónimas, desprendidas de todo, hacinadas en una lancha neumática, grabadas en medio del mar por el equipo del programa Salvados, de La Sexta. “Esto está muy lejos para todo el mundo”, afirmó un voluntario. “Ese podía haber sido yo”, dijo otro. Y una mujer de piel morena, sentada en la cubierta del barco amigo, abrazada a su bebé: “¿Mi historia? Es demasiado larga. Larguísima…”.
Qué digo dimitir: Dios debería pedir perdón por su impericia de siglos y por los desmanes de sus santos palmeros y por tantos sacrificados en su nombre y por el cúmulo de distracciones manifiestas y hasta por esa D mayúscula que atenta contra la ética ortográfica.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En medio de la tragedia, los supervivientes, agradecian a Dios, haberles salvado y daban gracias por su grandeza....

Anónimo dijo...

¿Y eso qué demuestra?

Juan Ballester dijo...

Para que Dios dimita debería existir primero, y segundo debería tener un cargo. Para los no creyentes Dios -y su contrario-, no son más que dos condiciones del ser humano en sociedad.