lunes, 24 de octubre de 2016

LA SEÑORA DE TRUMP

El candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos de América tiene nombre de pato, apellido de showman televisivo, varios miles de millones de dólares que lo avalan y un discurso que apesta en varias direcciones. El individuo es lo que solemos nombrar como un magnate de los negocios, dueño de medio Manhattan y arrendatario del otro medio; tal espíritu emprendedor lo heredó sin duda de su padre, a quien desde muy joven acompañaba a cobrar deudas, mientras que de la escocesa madre habrá sacado probablemente la simpleza bonachona del gesto y su cejirrojo certificado de origen. 
Un día, el candidato republicano prometió que si llegaba a la Casa Blanca construiría un muro a lo largo de la frontera con Méjico –un muro con cargo a los presupuestos del gobierno de Méjico– para que los latinos pobres del sur dejaran de colarse en el gran país de las oportunidades y de causarle infinitas molestias. Otro día se le ocurrió que también cerraría el paso a los musulmanes de todos los países del orbe, pero no supo aclarar qué haría con los musulmanes que ya viven en Estados Unidos porque en Estados Unidos nacieron y poseen la nacionalidad. Más tarde se enredó en polémicos comentarios sobre mujeres que lo tildan de grosero y mujeriego y machista, y le sacaron algunos trapos sucios, y alguien tuvo que salir en su defensa. El tipo, por lo demás, carece del menor misterio, y cuando coge un micrófono se evidencia como un patán sin escrúpulos al que millones de norteamericanos y norteamericanas estarán dispuestos a beatificar en las urnas. 
Para misterios, la señora de Trump.

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