lunes, 2 de enero de 2017

En el pueblo, recupero una antiquísima sensación que ya es inseparable de las mañanas soleadas de invierno, sobre todo si caen en domingo: una placidez integral, una especie de dicha que se contagia del humo de las chimeneas y registra el rugido de la aguerrida motosierra de algún vecino que corta su leña en los huertos lejanos. 

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