lunes, 16 de enero de 2017

He notado que hablar con desapego del dinero y de los recursos materiales, de las falsas ilusiones que a muchos les procura la posibilidad de adquirirlo en un golpe de suerte -en forma de lotería del Estado o por otros medios igual de lícitos-, puede herir a quienes suspiran por un cierto desahogo, aunque no les falte para cubrir las necesidades esenciales. ¿Pero cuáles son, y según para quién, las necesidades esenciales? He notado, sí, el reproche silencioso de sus rostros, como si con mi discurso desprendido y mi elogio de los hábitos austeros -yo, que recibo un sueldo de funcionario y se me presume una posición holgada- estuviera sucumbiendo a una falta grave, de hipocresía o de soberbia o, acaso, de insólita insolencia. Desde ahora me callaré mis convicciones a este respecto.   

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