jueves, 12 de enero de 2017

Inesperadamente, me quedo solo durante buena parte de la tarde. Lo que con frecuencia tiendo a imaginar como una situación idílica, como una maravillosa oportunidad para centrarme en mis lecturas y para que nada ni nadie me distraiga de un sinfín de proyectos tanto tiempo aplazados, se torna poco a poco en una tregua enojosa que acabo malgastando en tediosas tareas, en turbios despropósitos. Está claro que sin hábito no hay monje.

No hay comentarios: