domingo, 22 de enero de 2017

Mientras el magnate cejirrojo contempla desde su despacho presidencial la vastedad de Trumpelandya y cientos de miles de ciudadanos se concentran en las calles para protestar por el fondo y la forma de sus promesas, nunca faltará algún alma cándida que nos diga delante de una cámara que en esto precisamente se sustentan los valores democráticos, en aceptar el decreto de la mayoría de votantes y, si no es de nuestro agrado, resignarnos y comprender su paradójica grandeza.
Postada 1.- Urge que las democracias del mundo, o lo que queda de ellas, se vayan inventando algún resorte para defenderse de su propia generosidad.
Posdata 2.- Tarde propicia para volver a ver, en familia, El gran dictador de Chaplin.

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