lunes, 23 de enero de 2017

Un buen principio sería aprender a eludir (y, en su caso, a combatir y aniquilar) todo aquello que lastre nuestra creatividad o que de algún modo nos distraiga de la voluntad de singularizarnos en el ejercicio de un talento, cualquiera que sea, artístico o artesanal, ese que todavía nos permite elevarnos sobre nuestra altura y, de tarde en tarde, sabernos viento, sentirnos nubes, volar.

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