lunes, 9 de enero de 2017

Vuelta a las aulas. Pese a tantos años en esto, casi siempre, en las horas previas, me va ganando cierta reticencia, no sé si llamarlo miedo escénico, como si me hallara inmerso en una discreta pesadilla y ni mi voz ni mis gestos acertaran a resolver el inminente reencuentro con los alumnos. Luego todo es más fácil, las clases fluyen con naturalidad y cuando quiero darme cuenta ya ha terminado la jornada.
Hoy, al principio, se me ocurrió darles las gracias por venir, a lo que ellos opusieron miradas de extrañeza, cejas interrogativas. Así es -he aclarado-: sin vosotros yo no existiría como lo que soy, no estaría aquí para hablaros de mi materia, me tendría que buscar otro trabajo para mantenerme a mí y a mi familia..., y solo imaginarlo ya me produce una pereza infinita. Creo que se han sentido importantes.