martes, 21 de febrero de 2017

Casi en el principio de los tiempos, un prologuista municipal detectó en mis poemas "aforismos de chamfortniana esencia". Los había remitido a un concurso y el jurado les concedió mención de honor, por lo que se editaron en volumen colectivo. Aunque relegada a un par de renglones, fue una de las primeras apreciaciones críticas que mi obra recibía, así que investigué el nombre que daba ocasión al adjetivo y descubrí a un moralista francés del XVIII: Nicolas de Chamfort. Al poco encargué un ejemplar a Círculo de Lectores (Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas) que lleva prefacio de Antonio Martínez Sarrión y epílogo repescado de los ensayos de -nada menos- Albert Camus. Lo leí entero, subrayé alguna cosa; luego nos separaron los trabajos y los días; meses atrás regresó a mis dominios; y ahora preside, junto a Marco Aurelio, la mesilla de las relecturas.

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