sábado, 18 de febrero de 2017

Érase una vez un monstruo que tenía mucho miedo. Los animales del bosque le preguntaban por qué tenía tanto miedo, siendo como era un monstruo. Él les decía que todos los monstruos tienen miedo, aunque algunos más que otros, y que a él, por ejemplo, cuando más miedo le daba era cuando se veía en el espejo, porque entonces sí que se parecía a un monstruo de los de verdad. Pero también le daba mucho miedo dar miedo a los humanos, darse cuenta de que algunos niños se asustaban nada más verlo. Siempre que se proponía asustar a alguien para demostrarse que era un monstruo, le sudaban las manos y le temblaba la voz de tanto miedo como le daba. Si se abría una puerta, el monstruo iba a cerrarla inmediatamente, porque le daba mucho susto que pudiera entrar alguien y se asustara de verlo ahí. Un día, por fin, los animales del bosque y el monstruo que tenía mucho miedo conocieron al niño Darío y empezaron a jugar con él. El monstruo y Darío se hicieron muy amigos, tanto que dejaron de cerrar las puertas que se quedaban abiertas y ya nunca más volvieron a asustarse el uno del otro.

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