miércoles, 1 de febrero de 2017

Gana nuevo impulso la acariciada idea de redactar unas memorias parciales, un registro de los años vividos en torno a la casa donde nací, de la que me mudé con mis padres y mi hermana pocos meses después del salto a la universidad y de la ansiadísima alternancia entre la ciudad y el pueblo. Los recuerdos de entonces, los diversos rostros que me habitaron, los espacios y las escenas que transité, los tiempos sin tiempo que ocuparon mis días, son acaso los más nítidos y verosímiles que guardo, los que en este momento de mi vida mejor sabría manejar como proyecto de escritura. Muchos de aquellos materiales ya han ido salpicando a esta página, a esta pantalla. Pero es ahora cuando presiento el tono y el ánimo que toda empresa con vocación de continuidad debe atesorar para ponerse en marcha. Antes, claro, habrá que terminar esa novela de Turín que ya me parece interminable, despachar para siempre los escritos póstumos de Martínez de Paco y organizar la remesa indiscreta de poemas inéditos. Uf.

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