miércoles, 29 de marzo de 2017

Si en el corazón de la mañana de miércoles se abre un hueco no esperado, un regalo de la providencia del docente, yo echo a andar sin rumbo y me dejo conducir por la dulce inercia de aceras, de jardines y de plazas. La ciudad se exhibe, bulliciosa, indiferente a quienes existen sometidos a horario y nómina. Rebaños de turistas con su estrafalaria pose de turistas y oleadas de muchachos que cargan con sus mochilas a la espalda colonizan los adoquines bajo un sol ya no de marzo, ya más de abril. Sentado al resguardo del toldo en la terraza, el enigma de un hombre da sorbos al café, agradece los dones y las vistas y atrapa en su libreta el mismo verso, la misma plenitud de tantas veces, quizá con otra música.

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