martes, 25 de abril de 2017

Hace poco, sorpresivamente, le oí decir -aún me sorprendo de la naturalidad con que lo dijo- que estaba conforme con todo lo que había hecho, que no se arrepentía de nada, que haría lo mismo si volviera atrás en el tiempo. Creo que su conciencia no manejaba el típico porcentaje de aciertos y errores con el que, considerado a posteriori, tanto nos castigamos a partir de cierta edad, sino que percibía su propia vida como un contínuum, como un desarrollo ininterrumpido en el que cada efecto justifica su causa, aceptando no tanto el resultado como el criterio aplicado a cada una de sus decisiones. Mi padre.

No hay comentarios: