sábado, 29 de abril de 2017

La extravagancia solo rinde prestigio si se cultiva con criterio, esto es, bajo la bandera de la coherencia, guste o no guste, se la vitupere o se la ensalce. Tal es la virtud que distingue a un genio de un loco; salvo que la historia del mundo ha acuñado honorables ejemplos -sin duda excepcionales, tanto en la realidad como en la ficción- en que no es prudente decantarse a un lado ni al otro: ¿qué fue el Nietzsche pensador antes de abrazarse al caballo y firmar como El Anticristo?, ¿qué fue Alonso Quijano mientras se aventuraba por los caminos de La Mancha e improvisaba discursos para los pastores de cabras?

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