lunes, 22 de mayo de 2017

¿Qué recuerdan de nosotros quienes pasaron fugazmente o se quedaron un rato en nuestras vidas, qué huella les quedó que ahora, al referirnos desde lejos o al indagar en la hucha de la memoria, se les impone con la fuerza irreprimible de una anécdota, de un gesto del que no fuimos del todo conscientes?
Hace dos veranos, en las fiestas del pueblo, saludé a un compañero de aula en la escuela y en el instituto, un buen muchacho, un alumno brillante que hoy ejerce de médico anestesista. Me confesó que a menudo se acordaba de mis torpes progresos en la clase de francés: no había olvidado cómo una vez, antes de entrar a un examen, me dio por repetir frases y expresiones silabeándolas a la española, para no perder ni una letra, así le chat monte sur la table como les enfants mangent et boivent, registro humorístico de las formas originarias, respectivas, le chat monte sur la table y les enfants mangent et boivent.
Supongo que, en buena medida, ese soy o seré yo para él: el antiguo compañero de escuela y de instituto al que un día de examen le dio por repetir cómicamente, hasta memorizarla, aquella sarta de palabras de otro idioma.

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