domingo, 30 de julio de 2017

Hojeo los subrayados sobre mi ejemplar de La fea burguesía y no hago otra cosa que preguntarme por qué son tan escasos los lectores y los mentores de Miguel Espinosa. Lo único que se me ocurre es que su pensamiento y su lenguaje -tan visceral, tan agresivo- están a años luz de las literaturas convencionales, que su agudeza y su perspicacia analítica de individuos y de grupos se sitúa en una dimensión inasible, inasequible, difícilmente encasillable por las mezquindades y las mediocridades de críticos y doctores. Leer a Espinosa escuece; cuanto más inteligente, más retratado en sus miserias se reconocerá el que lee.

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