martes, 18 de julio de 2017

Los 18 de julio de mi infancia eran aún días feriados, según dictado del Dictador. Había que celebrar la fecha del glorioso alzamiento, de la cruzada militar contra los enemigos de Dios y de España, así que el cuerpo de la Guardia Civil inspeccionaba los caminos rurales para disuadir al pueblo humilde de que acudiese a laborar la tierra. No sabía entonces mi padre, y por cierto que tardó en enterarse, que ese día era asimismo el que santificaba el nombre de Federico, que es el suyo propio y fue el de su abuelo por parte de madre. De origen tedesco, significa "príncipe de la paz": cuántas ironías se cobra el destino o sucumben a la neta casualidad. Ahora también lleva ese título uno de sus nietos, uno de mis hijos.

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