viernes, 7 de julio de 2017

Mañana de gestiones burocráticas, de desafíos a la paciencia.
Cita previa en la parte norte de la ciudad y -¡maldita sea!- dos papeles que faltan para expedir el documento. Qué bien que uno de ellos está en casa, recién hecho: lo batallé la semana pasada en la parte centro de la ciudad, para otro trámite, y me admitieron la fotocopia, así que lo guardé sin saber que lo necesitaría tan pronto. El otro es una partida de nacimiento que debo solicitar en la parte sur de la ciudad, lo más rápido posible, para no perder la preferencia de turno antes de que cierren las oficinas de la parte norte. En ambos sitios, salas llenas de árabes con sus familias, de sudamericanos con sus familias y de nativos españoles, caras tristes o inexpresivas delante y detrás del mostrador, tiempos estrangulados por la desidia, uniformes que se postulan con amabilidad o con desdén, pantallas móviles en las manos aburridas de grandes y pequeños, ciudadanos que esperan pendientes de un número, sometidos al rodillo, con obediencia hostil.
Al fin, tras alguna que otra pirula administrativa, aquí está el primer carnet con foto de Darío, o, como él dice, su "tarjeta para montar en avión".

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