viernes, 4 de agosto de 2017

Después de dos taxis, dos autobuses y un avión, anteayer volví a pisar el pétreo adoquinado de Roma por tercera vez; las otras fueron en 1993 y en 2009. Llegar al destino y que todo esté en orden, pese a las complicaciones que van surgiendo, es siempre un alivio, más si se viaja con un niño. Dejo atrás alguna intuición pasajera, alguna idea rumiada para no se sabe cuándo. Salve!

No hay comentarios: