jueves, 24 de agosto de 2017

Nápoles supo esperar. Amanecimos a media mañana del lunes por la boca del metro -línea 1- de la piazza Dante, y en la misma nos tomamos el café. Luego, la propia inercia de las hordas de turistas nos condujo a los puestos de libreros y al itinerario probablemente inevitable cuando se camina con carrito de bebé y se entiende que se cuenta con unas pocas horas. El duomo, una callejuela dedicada a la artesanía belenística, fotografías en bocacalles largas y angostas, el paseo vespertino por via Toledo hasta desembocar en la zona portuaria... El Barrio Español -el Quartieri Spagnoli- como continua sugestión de los sentidos, como un déjà vu renovado que no sabría verbalizar aquí. Qué pena que, a mi edad, no esté en mi ánimo el insólito lujo de repetir destinos.

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