viernes, 20 de octubre de 2017

Hacía tiempo que no me regalaba un libro, pero lo vi sobre el expositor y no supe detener la mano, y lo abrí al azar, con ese rictus entre clandestino y satisfecho de los examinadores de libros, y los ojos se me llenaron de razones. Leí:
"21-11-1914
Hoy he tomado, de una vez por todas y de manera definitiva, la decisión de ser Yo, he asumido el reto de intentar vivir a la altura de mí mismo, despreciar la idea de la vocación, de la socialización del pueblo, del interseccionismo...; como recompensa he recibido de nuevo la plena posesión de cuál es la naturaleza de mi Genio y mi Misión. Basta de viajar por las impresiones de otros. Solo quiero verme tal y como mi temperamento innato me exige que sea, como mi Genio, tan innato como mi temperamento, espera que sea".
Una señal. Inútil repetirme que ya tengo varias ediciones del Libro del desasosiego de Bernardo Soares, que ya dispongo de la poesía completa de Álvaro de Campos, de Ricardo Reis, de Alberto Caeiro y hasta de Fernando Pessoa en español y en portugués. Pero no tenía noticia de estas sesenta páginas de los diarios iniciados el 15 de marzo de 1906, antes de los dieciocho, y abandonados el año mismo de su muerte.
Di algunas vueltas queriendo distraerme, presté atención a ciertas novedades. Imposible... Al cabo de unos minutos regresé a la misma página, cabalgué sobre la siguiente, me detuve en una frase suelta:
"¿De verdad debo mantener relaciones sociales?"
Esa simple interrogante terminó de convencerme. Lo mostré en caja y pagué.

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