miércoles, 1 de noviembre de 2017

Dedico parte del día a reordenar carpetas, archivadores y papeles viejos, tratando de aplicarme un criterio sensato que los readmita y los haga más visibles, más presentes en medio del caos, o bien que los deseche definitivamente. Se me podrá objetar -con razón, pues obedezco a una llamada cíclica que se repite con los mismos papeles y archivadores y carpetas desde hace quizá dos o tres décadas- la inutilidad del esfuerzo. Pero ocurre que me relaja el orden, la inquietud de doblegarlo a mi favor, entretenerme en discriminar y cambiar de sitio esas cosas mías que la dejadez o la inercia van dejando por ahí, prorrogando su vigencia, indultándolas. Y hoy, miércoles feriado, no hallé mejor excusa para sentir la densidad del tiempo.  

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