jueves, 28 de diciembre de 2017

El otro gran aprendizaje de la vida es la soledad. A unos les cuesta más que a otros, la toleran con más o menos gusto; pero todos llevamos, como una cicatriz que nos recuerda lo que somos, aquella rima de Bécquer que a esta hora se adhiere a mi ánimo: "¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!" 

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