domingo, 3 de diciembre de 2017

Me pusieron delante una especie de pergamino que imitaba los antiguos, uno de esos con los bordes como roídos que se dispensan en papelerías, y me invitaron a escribir algo para una compañera que se nos jubila, una dedicatoria con autógrafo que debía hacerse un hueco entre las otras. Sin pensarlo, deprisa, con bolígrafo prestado, deposité un apunte del último verano, un casi verso que me nació emblemático: "Vivir es dejar atrás". Pero mientras me aplicaba a la firma se me impuso otra frase que añadí, apretadita, una especie de sentencia que no ha parado de rondarme desde entonces: "Solo los buenos recuerdos nos sobreviven". ¿Qué azar me dictaría esa idea, las palabras que la izan?

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